Desbordar
Sobre el film
El ruido de una catarata de nueces que caen se me antepuso con esta película: mucho ruido, muchas nueces. Un argumento complejo, profundo, público e íntimo, lejano y que habita (a la vez) en las ciudades que recorremos todos los días. Un tema que nos es indiferente, porque el diferente está interno, encerrado, no lo vemos. El film hecha luz sobre una verdad oculta, un rincón porteño que pocos conocen puerta adentro… y esa luz la proyecta un taller,, un proyecto de un grupo de tres entusiastas amigos que creen que los grandes cambios empiezan desde pequeños movimientos de las fichas del juego. Ellos se la juegan, apuestan a un espacio en el que los internos puedan usar la palabra: hablar, escribir, expresarse. Sus miradas, la reunión entre todos en ese pequeño taller, en ese único rinconcito con puerta y colores… es cautivante. La expresividad trasciende las palabras, el torbellino de emociones que desata cada uno de los vocablos de cada uno de los enfermos los conecta. La ironía, la risa, el chiste: todos usados como mecanismo terapéutico para sobrellevar la terrible violencia que padecen adentro de esos inmensos, fríos y sucios espacios en los que lo humano queda olvidado y esas personas son maltratadas, violadas, reprimidas… un encierro que enferma. La palabra les abre las puertas a un mundo olvidado para ellos: el del reconocimiento, la identificación, el afecto y la respuesta de todo un público que los apoya y se conmueve con sus poesías y escritos.
Una película que entusiasma a intentar atravesar puertas que abran los opacos muros, con la expectativa de lograr un sinnúmero de sorpresas, una pequeña transformación, porque los grandes cambios empiezan desde los pequeños movimientos.