Piel
Algunas palabras sobre
La piel es un órgano, como los otros, pero es el más expuesto. Está expuesto a la luz del sol, al frío, al calor, a los golpes y a los demás. A los ojos de los demás. Quizás lo que nos haga saber que la piel está expuesta, es esa mostración o esa devolución de la mirada de los otros sobre nuestro tejido epitelial, tan imperfecto, tan híbrido, tan lleno de historias, de registros de los momentos que vivimos. Las quemaduras, las cicatrices, los golpes, los cortes, los estiramientos de la piel cuando engordamos o nos embarazamos… la exposición al sol, la falta de exposición al sol... todo se sella en la piel, documentando, dejando rastros de historias que se cuentan en un cuerpo.
Es un órgano que nos posibilita (y nos obliga a) el intercambio con el medio ambiente y con los demás. Una caricia la sentimos en la piel y hace eco en todo el cuerpo, pero comienza ahí, en la Piel. Origina movimientos hormonales, secreciones químicas, estimula el latido del corazón y la secreción de serotonina. La emanación de olores y perfumes reactiva el ciclo, invitando al tacto. El perfume, el olor propio de cada cuerpo nos conecta de manera animal, salvaje; y eso salvaje requiere de la yuxtaposición de los cuerpos, de la sincronía de latidos, de la escucha del pulso cardíaco. Es como un viaje al interior, de uno y del otro.
En la piel se tatúan los recuerdos, los dibujos que originan accidentes, medicamentos, torpezas y malas decisiones. Pero también los cambios propios de la madurez normal del cuerpo se hace ver en la piel, en esas arrugas, esas líneas pronunciadas que aparecen exagerando los gestos que hemos expresado años y años… esculpiendo cada día una nueva línea que nos
recuerda que es un día más en que estamos vivos y nuestra piel sigue respirando, junto a todos los demás órganos vitales.