La piel que habito
Parafraseando a Almodóvar
(Recorte de tesina).
Encuentro en todos mis trabajos, la expresión de mi piel como carne, como hueso, como cuerpo. La piel como metáfora del cuerpo, la piel como lo que nos exhibe y denuncia ante los otros. Lo que nos expone frente al mundo y la otredad. La piel como lo inocultable.
La piel que habitamos, expresa la vivencia del propio cuerpo, la sensación y percepción del mismo. La relación intra-personal, y la presentación frente a los demás.
Es desde mi piel que leo mi historia, mi camino. Es la des-ocultación de mi piel, lo que me presenta a los demás, y es ese des-ocultamiento de la piel, lo que elaboro en mis imágenes como tema, desde un lenguaje naturalista, ajeno al maquillaje y el disfraz. Busco lograr una mostración franca y sincera, espontánea. Dejo aparecer mis ojeras, mis anchas cejas, mis cicatrices en la piel. No escondo mis imperfecciones.
En cada momento fotográfico (performático/ teatral), me concentro en la realidad, imitándome a mí misma, dejándome llevar por la sensación que atraviesa mi cuerpo en el momento en que la cámara captura el instante.
Entonces cuando hablo de la piel que habito, no estoy hablando de la superficialidad que las personas perciben. No me refiero al aspecto visual sino al táctil; a la piel como registro de la dolencia, de la sensación, de los recuerdos que albergan los tejidos que me componen; de la historia de mis órganos y la memoria que los identifican. Cuando digo “la piel que habito”, digo la historia que da origen a lo que soy hoy; mis recuerdos, mi memoria; mi biografía. Como si acordara con las mujeres que afirman ver el futuro en la palma de la mano, yo afirmo que mi historia y mis recuerdos están tatuados en mi piel.